Cuando
fui al gran médico,
me
preguntó: «¿Por qué llevas muletas?»
Y
yo le dije: «Porque estoy tullido».
«No
es extráño», me dijo.
«Prueba
a caminar. Son esos trastos
los
que te impiden andar.
¡Anda,
atrévete, arrástrate a cuatro patas!»
Riendo
como un monstruo,
me
quitó mis hermosas muletas,
las
rompió en mis espaldas y, sin dejar de reír,
las
arrojó al fuego.
Ahora
estoy curado. Ando.
Me
curó una carcajada.
Tan
sólo a veces, cuando veo palos,
camino
algo peor por unas horas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario