1.- Burocracia del terror
Todos los antecedentes conocidos hasta el presente en torno a la dictadura
militar en Chile, con toda su carga de barbarie, deja en claro que en todo
momento se actuó de acuerdo a una “racionalidad perversa” que fue, al
mismo tiempo, una perversión de la racionalidad. Por aberrante que pudiera
parecer, los crímenes de la dictadura apelan a un fundamento codificado
explícitamente y que fue asimilado por los militares en años de entrenamiento
bajo la tutela del Pentágono. No estamos ante “excesos” de algunos mandos
operativos: En Chile se aplicaron todas las técnicas aprendidas por los
ejércitos en la lucha anti insurgente, desde Argelia a Viet Nam.
Esta verdadera ideología de la represión fue conocida como Doctrina de la
Seguridad Nacional, en ella se estatuyen fundamentos y técnicas para aniquilar a
un determinado “enemigo interno” En esta lógica político-militar, la
“raison d’état” está por sobre cualquier otra consideración de tipo ético
o legal. De este modo, el crimen masivo o selectivo, la tortura y la mentira se
tornan en instrumentos legítimos en el ejercicio del poder. En este contexto,
las palabras de Pinochet cuando caracterizaba el actuar de su gobierno, cobran
pleno sentido: “Estamos en guerra contra el marxismo”
La “guerra” de Pinochet no fue sino un cruento capítulo más de la
cruzada anticomunista patrocinada por los Estados Unidos una vez concluida la
Segunda Guerra Mundial, la llamada Guerra Fría. Es interesante hacer
notar que la “lucha contra el comunismo” constituyó en nuestro continente
una suerte de “coartada ideológica” utilizada por los sectores
privilegiados para detener las luchas democráticas de los sectores populares por
una vida más digna. De este modo, cualquier dirigente indígena o campesino fue
tildado como “agente del marxismo internacional”, un pretexto calculado
como preámbulo de su eliminación física.
En su “burocracia del terror”, la dictadura militar delegó en la DINA
y más tarde en la CNI la ejecución del “trabajo sucio”. Mientras las
fuerzas armadas actuaban como una fuerza represiva y policíaca a gran escala, el
principal organismo de inteligencia se ocupó de los “asesinatos
selectivos” tanto dentro del país como en el extranjero. Basta recordar los
asesinatos del general Carlos Prats en Buenos Aires, José Tohá en Santiago, el
canciller Orlando Letelier en Washington, todos ellos vinculados, en algún
momento, al Ministerio de Defensa Nacional. La misma lógica decidió la muerte
del general Alberto Bachelet y del presidente Eduardo Frei Montalva, según
indican las últimas investigaciones.
A cuarenta años de distancia, los chilenos estamos muy lejos de conocer los
pormenores de lo acontecido. El cúmulo de investigaciones llevadas adelante por
valientes periodistas y muy pocos abogados de derechos humanos nos han mostrado
la punta de un iceberg que se hunde en las oscuras profundidades de nuestra
historia. Un manto de silencio cubre hasta el día de hoy la estatura del crimen
cometido, en un país donde muchos de los cómplices y victimarios se pasean
impunes, posando como defensores de la “democracia” y la
“chilenidad”
2.- Legislación del terror
La DINA fue creada por el decreto ley 521 del 14 de junio de 1974. En este
documento se consigna “ Créase la Dirección de Inteligencia Nacional, organismo
militar de carácter técnico profesional, dependiente directamente de la Junta de
Gobierno y cuya misión será la de reunir toda la información a nivel nacional,
proveniente de los diferentes campos de acción, con el propósito de producir la
inteligencia que se requiera para la formulación de políticas, planificación y
para la adopción de medidas que procuren el resguardo de la seguridad nacional y
el desarrollo del país”
A pesar de declarar su carácter “técnico profesional”, se advierte su
verdadero propósito cuando se lee al pie de página: “ARTICULO UNICO TRANSITORIO
Los artículos 9, 10 y 11 del presente decreto ley se publicarán en un anexo de
circulación restringida del Diario Oficial” Tales artículos permanecen secretos,
pero no se requiere de mucho esfuerzo para imaginar sus contenidos, pues el
propósito último de esta organización no es otro que perseguir a los opositores
al régimen hasta el exterminio total. La DINA fue el instrumento de muerte de la
junta militar al mando del general Manuel Contreras, más conocido como el “Mamo”
A los pocos años de su creación, la DINA es reconocida en el mundo entero
como una organización criminal al servicio de la dictadura de Augusto Pinochet.
Su clara participación en crímenes de lesa humanidad y en operaciones en Buenos
Aires, Roma y Washington exigen cambiarle el rostro. En el año 1977, la junta
crea la Central Nacional de Informaciones, CNI, mediante el decreto ley 1.878:
“Créase la Central Nacional de Informaciones (C.N.I.), organismo militar
especializado, de carácter técnico y profesional, que tendrá misión reunir y
procesar todas las informaciones a nivel nacional, provenientes de los
diferentes campos de acción, que el Supremo Gobierno requiera para la
formulación de políticas, planes, programas; la adopción de medidas necesarias
de resguardo de la seguridad nacional y el normal desenvolvimiento de las
actividades nacionales y mantención de la institucionalidad establecida”
La CNI repite la fórmula pseudo legal de mantener ocultos sus verdaderos
propósitos, ocultando sus tareas específicas, se lee en el artículo tercero: “La
organización, estructura institucional interna y deberes de la Central Nacional
de Informaciones serán establecidas por un Reglamento Orgánico dictado a
propuesta de su Director” y a renglón seguido: “ARTICULO TRANSITORIO El
Reglamento Orgánico, de carácter reservado, a que se refiere el artículo 3 del
presente decreto ley, será dictado dentro del plazo de 150 días”
Esta verdadera legislación del terror quiso revestir de una pátina legal e
institucional la verdadera naturaleza del gobierno de Pinochet: La más
sangrienta dictadura conocida en la historia de Chile y cuya ignominia nos
persigue hasta el presente, pues, muchos de los verdugos y sus cómplices civiles
siguen impunes.
3.- Relato del terror
Desde las primeras horas del golpe militar se instituyó en Chile el reino de
la mentira. Con un control estricto de radio, prensa y televisión, la junta
militar desplegó en todo el territorio un verdadero contingente de ocupación.
Tal como había señalado el presidente Allende, el fascismo estaba instalado en
nuestro país desde hacía mucho tiempo. De manera que no fue necesario construir
un relato sino poner en vigencia toda la argumentación política que la extrema
derecha venía instilando en la población durante meses, acaso años.
Recordemos que grupos paramilitares como “Patria y Libertad” no solo
ejecutaban acciones terroristas sino una verdadera campaña de terror, rayando en
las paredes de las grandes ciudades la palabra “Jakarta” como referencia
a la masacre de izquierdistas en Indonesia unos años antes. En la prensa de
derechas se insultaba a diario a los personeros del gobierno popular y se
exhortaba a la población al odio. El relato de la extrema derecha no era otro
que la manida “amenaza del marxismo internacional”
En un esquema cuasi mítico se reconocía como sujeto central de la historia a
las instituciones castrenses, las fuerzas armadas. Su objeto no podía ser otro
que la “liberación de Chile del yugo marxista” La consecución de esta
meta se inscribe en la lógica amigos – enemigos, así se hablará de aquellos
“malos chilenos”, no humanos o “humanoides” como los denominará el
Almirante Merino, mientras que los triunfadores del momento se autoproclaman
como “patriotas” Este discurso dicotómico degrada al “otro” al
punto de cualificarlo como no humano o, si se quiere, “subhumano”.
privando a la víctima de toda dignidad. Este tipo de pensamiento, lo mismo que
en la Alemania de Hitler, hizo posible campos de concentración, torturas y
crímenes atroces.
Es interesante hacer notar que la mentira fue utilizada como parte de una
estrategia al servicio de la junta militar. Se propalan informaciones falsas, se
inventa un presunto “Plan Z”, mientras la soldadesca de Pinochet
ensangrienta las calles del país. Del mismo modo, en su primer bando, la junta
intenta desorientar a los trabajadores, afirmando que sus derechos serían
respetados “ Los trabajadores de Chile pueden tener la seguridad de que las
conquistas económicas y sociales que han alcanzado hasta la fecha no sufrirán
modificaciones en lo fundamental” Sin embargo, como era previsible, se cancela
la personalidad jurídica de la CUT apenas una semana después del golpe,
mostrando así qué sector social empuñaba las armas. Jakarta se había
convertido en la más tenebrosa pesadilla del siglo XX para la mayoría de los
chilenos.
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