viernes, 23 de diciembre de 2011

INVASION DE LA CARIDAD PRIVADA

"....Las cátedras universitarias llevan el nombre de los industriales que las financian, la banca patrocina las exposiciones, fortunas privadas sustentan la investigación médica, (...). Todos los terrenos de la acción pública son potencialmente candidatos a la invasión de la caridad privada. Pero si es así cual es la razón de ser del Estado? (...).
Lo que dirán los liberales: el Estado ya no es sólamente inoportuno e ineficaz, es inútil.(....). La derrota histórica del socialismo favoreció la idea de que una economía no puede organizarse desde un centro único. La fuerza del mercado, que repite desde hace tiempo el dogma neoclásico, consiste en no requerir ninguna instancia de coordinación central, y en abandonar a los agentes a sus sólas decisiones privadas, sin que éso resulte ningún cáos: el mecanísmo impersonal de los precios se encarga de ajustar esas miríadas de ofertas y demandas individuales. El hecho de que los liberales ignoren todas las construcciones sociales que coordinan de hecho a los agentes económicos -el derecho, la moneda, los reglamenteos, las convenciones...el Estado- y sin las cuales el capitalismo no podría funcionar, no les impide creer en el mercado como reloj autorregulado mera colección de individuos destinados a la armonía mercantil espontánea siempre que nadie se inmiscuya desde arriba en sus pequeños negocios. (...). ¿Por qué la vida colectiva, las transferencias financieras, deberían pasar por un ejecutivo central, un impuesto autoritario y expoliador? (...). El Estado estaría fracasando como operador político, cosa ya atestiguada por su fracaso financiero (....). Una vez que el Estado haya desaparecido y el orden político funcione según el modelo de mercado, ¿qué motivo convencerá a los agentes privados de comprometerse en el financiamiento de las necesidades colectivas? La respuesta es: la moral (....). El impulso caricativo se hará cargo de aquello que la coerción y el impuesto obligan a hacer de mala gana. (....) La doctrina liberal responderá que la elección de los destinatarios de las donaciones suele reflejar una sensibilidad particular del donante, adquirida a través de una experiencia personal. Los que han padecido accidentes de tráfico hacen donaciones a la seguridad vial, los que han padecido una enfermedad determinada hacen donaciones a la investigación médica especializada, etc. De manera que será la diversidad de experiencias, proseguirá la doctrina, la que garantizará la distribución armoniosa del esfuerzo caritativo global. ¿La "diversidad de experiencias" de quien, exactamente? De los potenciales donantes significativos, los que tienen más fortuna. "Diversidad" un tanto restringida en realidad, la de un grupo social que podrá entusiasmarse con la alta cultura o deplorar los estragos de las minas antipersonas, pero que proveniendo de las grandes universidades tal vez le sea más difícil pensar en financiar escuelas de barrio, por no hablar de la asistencia a los desocupados, responsables de su suerte.


No hay que equivocarse: entregar a los agentes privados la función de ser operadores de la acción colectiva es más radical que una simple estrategia de privatizaciones y concesiones de servicios públicos. Es la extinción lisa y llana de la noción de acción pública, y tal vez también de la categoría de lo político, enteramente disuelta en la moral de la transferencia caritativa.(...).

El mercado tiene horror de lo colectivo, sólo quiere ver individuos.(..) El desvanecimiento de lo político como práctica colectiva, que supone un grado mínimo de centralización, abandona el terreno a la moral individual, única forma de regulación social que el liberalismo tolera. ¡Leyes para nadie, ética para todo el mundo!.


Le Monde Diplomatique edición española -Frederic Lordon- Mayo 2006

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