Texto escrito a pedido de la conferencia nacional sobre "Multinacionales, Violencia, Libertad Sindical y Democracia en Colombia", organizado por el sindicato internacional SINALTRAINAL en su 30.0 aniversario, 26 de julio, 2012, Universidad Autónoma de Colombia, Bogotá.Traducido por Silvia Arana para Rebelión |
Introducción
La intervención militar de EE.UU. en Colombia constituye la guerra de
contra-insurgencia más larga en la historia mundial reciente. Comenzó cuando el
Presidente John F. Kennedy creó en 1962 los "Boinas Verdes", y se intensificó en
el nuevo siglo con el programa militar de siete mil millones de dólares del
Presidente Clinton (Plan Colombia) iniciado en el 2001 y que hoy continúa con
Obama con el establecimiento de siete nuevas bases militares. La guerra que
EE.UU. libra en Colombia ya lleva 50 años. Diez presidentes estadounidenses, 5
demócratas y 5 republicanos, liberales y conservadores, se han alternado para
llevar adelante una de las más brutales guerras de contra-insurgencia jamás
registradas en América Latina. En términos de matanza de civiles, de
sindicalistas y de activistas de derechos humanos, de desplazamiento de
campesinos, la oligarquía apoyada por EE.UU. tiene la dudosa distinción de
figurar en los primeros puestos de la lista de gobernantes tiranos.
Para entender la sangrienta historia de la intervención imperial de EE.UU. en
Colombia es necesario examinar varios aspectos clave de la relación en un
contexto histórico comparativo que resalte las especificidades de la clase
dominante de Colombia y la importancia geo-política estratégica del país para la
hegemonía de EE.UU. en el hemisferio.
Colombia: Una clase dominante tras la hegemonía
La violencia es endémica en una sociedad regida por una clase gobernante
'cerrada' a través de partidos oligárquicos del siglo XIX (y sus facciones
rivales) durante la mayor parte del siglo XX y XXI. Colombia difiere de la mayor
parte de países latinoamericanos, en los que a principios del siglo XX, se
expandió la representación de diversos partidos de clase media. En el periodo
posterior a la Primera Guerra Mundial y especialmente durante la Depresión del
30, América Latina presenció el surgimiento de partidos socialistas, comunistas
y nacional populistas al igual que de regímenes tipo Frente Popular. Sin
embargo, Colombia permaneció congelada en el tiempo en un sistema político
cerrado dominado por dos partidos oligárquicos, compitiendo con balas y
votos.
En el periodo inmediato posterior a la II Guerra Mundial emergió la figura
nacionalista y populista de Jorge Eliécer Gaitán, este fue asesinado y el país
entró en una etapa de baño de sangre que cubrió a toda la sociedad llamada la
"Violencia". Facciones de las oligarquías conservadora y liberal financiaron
bandas armadas para asesinarse los unos a los otros, dando como resultado más de
trescientos mil muertos. Las oligarquías terminaron la guerra interna firmando
un acuerdo de alternancia en el gobierno, el llamado "Frente Nacional" que
consolidó más aún el control del poder impidiendo que cualquier nuevo movimiento
político alcanzara cualquier tipo de representación significativa.
Incluso cuando emergió una seudo alternativa, bajo el mando del populista de
derecha, Rojas Pinilla, las masas urbanas y los pobres del campo fueron
sometidos por los ejércitos privados de los terratenientes, mientras que el
movimiento obrero urbano fue brutalmente reprimido por los militares y la
policía. Los disidentes demócratas integraban en general una facción del Partido
Liberal; mientras que los activistas obreros se congregaban en torno de los
sindicatos militantes y del clandestino o semi legal Partido Comunista o de
pequeños partidos socialistas.
La Guerra Fría y la penetración imperialista de EE.UU.
Con el inicio de la Guerra Fría, Washington halló en la alianza oligárquica
bipartidista un cómplice muy bien dispuesto, especialmente después de la
eliminación de Gaitán y de la salvaje represión de los militantes sindicalistas
que trabajaban en los complejos agrícolas controlados por EE.UU. Comenzando con
los acuerdos militares anticomunistas bilaterales y multilaterales de principios
de los 50, la política colombiana quedó congelada en un patrón de subordinación
y colaboración con Washington, mientras EE.UU. expandía su poder imperial desde
América Central y el Caribe hacia el resto de América Latina.
Las similitudes entre los sistemas políticos bipartidistas de Colombia y de
EE.UU. y la exclusión de cualquier oposición efectiva en ambos países, facilitó
la continuidad y colaboración. Como resultado, la oligarquía colombiana no
enfrentó los desafíos que surgieron de tanto en tanto en Argentina, Brasil,
Chile y Uruguay.
La Revolución Cubana y la alianza entre EE.UU. y Colombia
La Revolución Cubana, especialmente la transición hacia el socialismo y la
multiplicación de movimientos guerrilleros en América Latina, marcaron un punto
de inflexión en las relaciones entre EE.UU. y Colombia. Colombia se transformó
en un país central para la estrategia contrarrevolucionaria de Washington. Fue
como un "laboratorio" de EE.UU. en la lucha contra el auge revolucionario de los
60.
Colombia fue una suerte de trampolín desde el que Washington lanzó una
contra- ofensiva apuntalada en regímenes militares para establecer un imperio de
países dependientes-clientes, abiertos a los intereses económicos de EE.UU. y
obedientes a los dictados de la política exterior de Washington.
Imperialismo estadounidense y nacionalismo latinoamericano: Imposiciones y
adaptaciones
El imperio estadounidense no surgió completamente formado a fines de la II
Guerra Mundial. Tuvo que confrontar y vencer muchos obstáculos y desafíos
internos y externos. Internamente, a fines de la II Guerra Mundial, después de
cinco años de guerra, la mayoría de los ciudadanos de EE.UU. exigían una
desmovilización militar (1945-1947) lo que debilitaba la capacidad de
intervención contra los nuevos gobiernos progresistas en Guatemala, Chile,
Argentina y otros países. Sin embargo, con la Guerra Fría y la "guerra caliente"
en Corea, EE.UU. se rearmó y se lanzó en pos de la hegemonía mundial. Gobiernos
progresistas y social democráticos y sus líderes fueron expulsados del poder y
encarcelados en Venezuela, Guatemala y Chile. A lo largo de la década del 50,
Washington apoyó la primera (pero no la única) "Era de Dictadores y Libre
Mercado". En ella se incluyen Odría en Perú, Pérez Jiménez en Venezuela, Ospina
y Gómez en Colombia, Trujillo en República Dominicana, Duvalier en Haití, Somoza
en Nicaragua, Armas en Guatemala, Batista en Cuba.
Entre 1948 y 1960 el imperio estadounidense dependió completamente de la
fuerza bruta de los dictadores y de la complicidad de las oligarquías
agro-minera locales para establecer su dominación.
El Imperio, basado en dictaduras de derecha, no duró más de una década.
Comenzando con la victoria del Movimiento 26 de Julio en Cuba, una década
(1960-1970) de insurrecciones revolucionarias a lo largo del continente
desafiaron el poder imperial y a los colaboradores clientes del Imperio.
El imperialismo estadounidense, ante la extinción de sus clientes
dictatoriales, se vio forzado a adaptarse a la nueva configuración de fuerzas
compuestas por partidos electorales reformistas de clase media , a una nueva
generación de radicales y a un movimiento revolucionario de intelectuales,
campesinos y obreros inspirados por el ejemplo de Cuba.
En 1962 Washington lanzó una nueva estrategia llamada "La Alianza para el
Progreso" (AP) para dividir a los reformistas de los revolucionarios: la AP les
prometía a los regímenes reformistas de clase media tanto ayuda económica como
asesores militares, armas y fuerzas especiales para destruir a los insurgentes
revolucionarios. Es decir, la violencia imperial se hizo más selectiva : estaba
dirigida contra los movimientos revolucionarios independientes e involucraba una
mayor participación militar directa en los programas de contra-insurgencia de
los regímenes elegidos por voto.
Colombia, la excepción: Represión con reforma
En contraste con el resto de América Latina, donde reformas agrarias,
democráticas y nacionalistas se desarrollaron a la par de los programas de
contra-insurgencia (Chile, Ecuador, Perú, Brasil y Venezuela) en Colombia la
oligarquía siguió en el poder, bloqueando el surgimiento de una alternativa
reformista-democrática y dependiendo completamente de una estrategia de
militarización total y de polarización política entre revolución y reacción
.
En Colombia, el Imperio estadounidense no tuvo que elegir entre un régimen
reformista de clase media y un movimiento revolucionario porque el sistema
oligárquico bipartidista dominaba la arena electoral. EE.UU. no necesitó
combinar el "palo con la zanahoria" sino que concentró todos sus esfuerzos en
fortalecer el poder militar de la oligarquía dominante.
La clase gobernante de Colombia descartó cualquier tipo de "reforma agraria"
a diferencia de Chile, Perú y Ecuador por la razón obvia de que ellos eran la
élite terrateniente. La oligarquía colombiana no tuvo ninguna presión del
nacionalismo militar para nacionalizar las industrias estratégicas, como en
Bolivia (estaño y gas) y Perú (petróleo y cobre) porque los militares estaban
bajo el mando de EE.UU. y estrechamente vinculados a la emergente
narco-burguesía.
Hacia fines de los 60, Colombia se convirtió en la pieza clave (el "modelo")
de la política de EE.UU. para América Latina. La región pasó del reformismo al
nacionalismo radical y al socialismo democrático a principios de los 70,
especialmente los países andinos y el Caribe.
Colombia era la anomalía en la región andina gobernada por nacionalistas como
Guillermo Rodríguez en Ecuador, Juan Velasco Alvarado en Perú, J J Torres en
Bolivia y socialistas democráticos como Salvador Allende en Chile. La clase
gobernante colombiana funcionaba como el "contrapunto" de EE.UU. en el
lanzamiento de su segunda y más brutal ofensiva contrarrevolucionaria que
comenzó con el golpe de estado de 1964 en Brasil.
A continuación EE.UU. invadió y ocupó la República Dominicana en 1965/66 y
apoyó el derrocamiento de Allende, Rodríguez, Torres, Velasco Alvarado en los
países andinos. Luego, EE.UU. apoyaría golpes militares en Argentina (1976) y
Uruguay (1972).
El Pentágono organizó escuadrones de la muerte mercenarios en El Salvador y
Guatemala matando cerca de trescientos mil campesinos, obreros indígenas,
maestros y otros ciudadanos. EE.UU. organizó desde Honduras un ejército
mercenario (los "Contras") para destruir la revolución Sandinista.
La clase gobernante de Colombia, con el apoyo de expertos en
contra-insurgencia de EE.UU. e Israel, trató de seguir el liderazgo
contrarrevolucionario de EE.UU. involucrándose en una "política de tierra
quemada" para derrotar a la insurrección popular. Pero los narco-presidentes
Turbay, Betancur, Barco, Gaviria y Samper solo obtuvieron éxitos parciales
-destruyeron la Unión Patriótica, una organización legal y popular, pero
incrementaron el tamaño, alcance y cantidad de miembros de la insurgencia
armada.
La segunda ola de "Dictadores y Libre Mercado" (1970-1980) -incluyendo
Pinochet (Chile), Videla (Argentina) y Álvarez (Uruguay)- llegaron a tener
presión popular y a enfrentar crisis irresolubles causadas por la deuda externa
a principios de la década del 80. Una vez más el imperialismo estadounidense
enfrentaba un desafío y una disyuntiva: o continuar con los dictadores y la
crisis financiera aguda o instrumentar una "transición democrática" que permita
preservar el estado y una economía neoliberal.
La era dorada del imperialismo... Neoliberalismo y elecciones, 1990-2000
(excepto Colombia)
La década del 90 fue testigo del mayor saqueo de las economías
latinoamericanas desde la época de Pizarro y Cortés. Los presidentes Menem en
Argentina, Salinas y Zedillo en México, Cardoso en Brasil, Sánchez de Lozada en
Bolivia y Fujimori en Perú privatizaron y desnacionalizaron -en general vía
decretos presidenciales- más de cinco mil empresas, minas, recursos energéticos,
bancos y redes de telecomunicación pertenecientes al estado valuados en más de
mil billones de dólares. En la década de 1990, más de 900 mil millones de
dólares salieron de América Latina en forma de ganancias, royalties y pagos de
intereses a corporaciones multinacionales, bancos y especuladores. En Colombia,
el narcotráfico se convirtió en la principal fuente de ganancias mientras la
oligarquía tradicional se unía a la "narco-burguesía" en el lavado de miles de
millones de dólares vía cuentas " correspondence " en los principales bancos de
EE.UU. en Miami, Wall Street y Los Ángeles.
La transición de dictaduras militares a sistemas neoliberales autoritarios
elegidos por voto, en Colombia fue la transición de un estado oligárquico a un
narco-estado . Los escuadrones de la muerte paramilitares y los militares
saquearon a millones de campesinos y enfrentaron a la insurgencia armada. No
hubo ninguna "transición democrática", ¡la oposición democrática fue asesinada!
Entre 1984 y 1990 fueron asesinados más de cinco mil miembros de la Unión
Patriótica.
Los imperialistas de EE.UU. consideraban al neoliberalismo latinoamericano de
los 90 como el "modelo" de expansión a escala mundial. La fórmula consistía en
combinar el saqueo con la privatización en América Latina y la apropiación
militar en Colombia.
La crisis del modelo militarista-neoliberal del Imperio, 2000-2012
Las bases de la supremacía imperial de EE.UU. en América Latina fueron
construidas en su totalidad sobre cimientos frágiles : pillaje, saqueo y
corrupción condujeron a una profunda polarización de clases y una crisis
económica que culminó con las insurrecciones populares que derrocaron a los
regímenes apoyados por EE.UU. en Argentina, Bolivia y Ecuador. En Brasil,
Uruguay y Venezuela los presidentes neoliberales en el gobierno fueron
derrotados por partidos de centro-izquierda y partidos nacional-populistas.
En Colombia, el rechazo masivo al gobierno neoliberal y narco-burgués se
expresó mediante la abstención electoral masiva (por encima del 75%): el
crecimiento exponencial de la influencia y la presencia de la insurrección
armada en más de un tercio de las municipalidades y la retirada táctica del
Presidente Pastrana, quien aceptó una zona desmilitarizada para la paz directa
en negociaciones con las FARC-EP.
Colapsaron las bases del dominio imperial de EE.UU. construidas sobre el
colaboracionismo de los regímenes neoliberales-clientes. Entre 2000 y 2005 los
movimientos populares sociales derrotaron al golpe contrarrevolucionario y al
paro patronal (lock-out) en Venezuela (2002-2003). Un Presidente Chávez
victorioso aceleró y radicalizó el proceso de cambio socio-económico y
profundizó la política exterior antiimperialista de Venezuela. Argentina, Brasil
y Uruguay rechazaron los acuerdos de libre comercio de EE.UU.
Una vez más Colombia iba en contra de la ola progresista de la región. La
narco-burguesía y la oligarquía optaron por la militarización total para
bloquear el surgimiento de los movimientos populares democráticos presentes en
el resto de América Latina. La respuesta de Colombia-EE.UU. a la revolución
democrática en la región fue el "Plan Colombia" financiado por los gobiernos de
EE.UU., Colombia y la Unión Europea.
Plan Colombia: La respuesta imperialista al movimiento democrático de
América Latina
El Plan Colombia fue la respuesta de EE.UU. a la propagación de la revolución
popular democrática a través de América Latina. Representa el mayor programa de
ayuda militar de EE.UU. en toda la región y fue diseñado para cumplir con varios
objetivos estratégicos:
- Cercar a Colombia del "contagio" de la revolución anti-neoliberal, que debilitaba el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas propuesto por EE.UU.
- Desarrollar la capacidad de Colombia para amenazar y presionar al gobierno antiimperialista de Venezuela y proporcionar a EE.UU. múltiples bases militares desde donde lanzar una intervención directa contra Venezuela si ocurriera un golpe "interno".
- Importantes funciones políticas y económicas de carácter interno. Fue diseñado para militarizar la sociedad y vaciar el campo: 300.000 soldados junto a 30.000 fuerzas paramilitares de los escuadrones de la muerte forzaron a millones de personas a abandonar los territorios controlados por la guerrilla. Los guerrilleros perdieron recursos de inteligencia y apoyo logístico pero ganaron nuevos reclutas. Como resultado de la política de "tierra quemada" de Uribe/Santos y la violencia masiva, nuevos sectores económicos, especialmente mineros, petroleros y del agro, recibieron inversiones extranjeras, sentando las bases en 2012 para el acuerdo de libre comercio firmado por Obama y Santos.
- Hay una conexión directa entre el Plan Colombia (2001), la militarización del estado, la represión indiscriminada y la desposesión (2002-2011), la profundización de la liberalización neoliberal y el acuerdo de libre comercio (2012).
- Colombia tiene un rol geo-político estratégico en la militarización del imperio estadounidense.
En el Medio Oriente, Sur de Asia y Norte de África, EE.UU. ha usado el
pretexto de la "guerra contra el terrorismo" para invadir y establecer un
imperio de bases militares en alianza con Israel y la OTAN. En América Latina,
EE.UU. en alianza con Colombia y México con el pretexto de la "guerra contra las
drogas" ha construido un imperio de bases militares en América Central, el
Caribe y de manera creciente en el resto de América Latina. Actualmente, EE.UU.
tiene bases militares en Colombia (8), Aruba, Costa Rica, Guantánamo (Cuba),
Curaçao, El Salvador, Honduras (3), Haití, Panamá (12), Paraguay, Perú,
República Dominicana y Puerto Rico (varias).
EE.UU.: Un imperio militarizado
Debido a la declinación relativa del poder económico de EE.UU. y al
incremento del militarismo, hoy el imperio estadounidense es, en gran parte, un
imperio militar en guerra perpetua. Los estrechos vínculos de Washington con
Colombia reflejan la similitud de características estructurales del estado
fuertemente inclinado hacia las instituciones militares y de la economía sesgada
hacia políticas neoliberales y de libre mercado.
Una vez más, Colombia representa una anomalía en América Latina. Casi diez
años después de que América Latina rechazara el neoliberalismo y ocho años
después de que los gobiernos de centro-izquierda rechazaran un acuerdo de libre
comercio con EE.UU., Colombia bajo el mando de Uribe-Santos acepta el
neoliberalismo y un acuerdo de libre comercio con Washington.
Para hacer frente a dos iniciativas económicas principales de Venezuela, el
Plan Caribe y ALBA, que desafían la hegemonía estadounidense en el Caribe y la
región andina, Washington estrecha sus vínculos con Colombia mediante el acuerdo
de libre comercio.
Conclusión
El imperio estadounidense depende de regímenes colaboracionistas en todo el
mundo para defender su dominio militar. En América Latina, Colombia es su aliado
primordial y más activo, especialmente en la región del Caribe y América
Central.
Al igual que EE.UU., el estado colombiano militarizado no encaja con la
situación de América Latina. EE.UU. carece de nuevas iniciativas económicas para
ofrecerle a América Latina, ha perdido una influencia significativa mientras se
produjo una disminución en el comercio, la inversión y la participación en el
mercado. Debido a que Colombia, como estado neoliberal militarizado complementa
el proyecto global de EE.UU., se ha convertido en un receptáculo especial de
ayuda militar masiva de EE.UU. -precisamente para evitar que se una al nuevo
bloque de estados independientes progresistas y que esto genere un mayor
aislamiento de Washington.
La creciente dependencia colombiana de la economía de EE.UU. a través del
acuerdo de libre comercio significa el sacrificio de un amplio sector de
productores agrícolas y manufactureros pero incrementa las oportunidades para la
oligarquía y los inversores extranjeros en minería, petróleo y finanzas. El
acuerdo de libre comercio aumentará las oportunidades de la burguesía
narco-financiera que lava más de 20 mil millones de dólares anuales en ganancias
de las drogas a través de los principales bancos de EE.UU. y la Unión
Europea.
Colombia es el "estado modelo" del imperio estadounidense en América Latina.
Es un país gobernado por una triple alianza de la narco-oligarquía, la burguesía
neoliberal y los militares. El régimen de Santos depende cada vez más del
influjo a gran escala del capital extranjero, orientado hacia la producción
destinada a los mercados externos. Los gastos militares, el terror
indiscriminado del régimen de Uribe, el aislamiento político de los poderes
económicos regionales (Venezuela, Brasil, Argentina) y las limitaciones de una
economía estadounidense estancada son serios obstáculos para el modelo
neoliberal. El Presidente Santos trata de reconciliar estas "contradicciones
internas". Santos ha reemplazado el terror indiscriminado con los asesinatos
selectivos de activistas clave de los sindicatos y de los movimientos sociales y
de derechos humanos. Se ha enfocado en cooptar a los políticos electoralistas y
en enfocar las actividades de los paramilitares hacia la eliminación de los
opositores populares en las nuevas áreas mineras y de inversión. Ha combinado la
firma de acuerdos económicos importantes con Venezuela con la profundización de
los vínculos militares con EE.UU.
Los acuerdos de Santos con la Casa Blanca y la estrategia de diversificar la
dependencia y el libre mercado se apoyan en cimientos domésticos y globales muy
frágiles. La represión del disenso, los impuestos regresivos, la depresión de
los estándares de vida, los millones de desposeídos rurales han conducido a un
vasto crecimiento de las desigualdades , a la demanda masiva reprimida y a una
creciente presión popular. Los compromisos militares con EE.UU. imponen un
pesado costo económico sin compensación económica. El costo del militarismo
fomentado por EE.UU. perjudica los esfuerzos comerciales colombianos para
expandirse en los mercados regionales. La economía de EE.UU. está estancada,
EE.UU. está en recesión y los pronósticos para 2012 no son alentadores,
especialmente para una economía abierta como la colombiana.
Con el inicio del siglo XXI los países de América Latina enfrentaron una
situación similar: crisis de los regímenes neoliberales, decadencia de la
economía de EE.UU. y una clase gobernante incapaz de crecer externamente y sin
voluntad de desarrollar el mercado interno. Esto dio como resultado revoluciones
democráticas que condujeron a la ruptura parcial con la hegemonía estadounidense
y el neoliberalismo. Una década después, Colombia enfrenta una situación
similar. La cuestión es si Colombia seguirá al resto de América Latina
terminando con el militarismo imperial y emprendiendo un camino nuevo de
desarrollo. Ha llegado el momento de que Colombia deje de ser una "anomalía
política", deje de ser un cliente del imperialismo militar. Los movimientos
populares colombianos, como lo demuestra Marcha Patriótica, están preparados
para hacer su propia revolución popular democrática y antiimperialista y
emprender su propio camino hacia el Socialismo del siglo XXI.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del
autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para
publicarlo en otras fuentes.
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