La resistencia y sus consecuencias
Mientras que el país es proyectado como una fuente de alimentos para el mundo
y se consolida un modelo agroalimentario-extractivista, los pueblos originarios
paralelamente a ese “progreso” son desalojados, excluidos, marginados,
reprimidos y expulsados a las ciudades. Pero el hambre no es la única forma en
la que se presenta el genocidio invisible. Quienes se resisten a este camino son
reprimidos, amenazados y asesinados. Siempre en situaciones “dudosas” que quedan
en la nada y nunca se encuentran culpables.
La comunidad Potae Napocna Navogoh fue
visibilizada tras cortar la Avenida 9 de Julio en Buenos Aires durante casi
medio año. Antes de esto también existían, ya que son los miembros del pueblo
qom que llegaron a la capital como una medida extrema y urgente ante la
necesidad de justicia, de ser escuchados, de que les devuelvan lo que les
pertenece.
Desde ese 23 de noviembre de 2010 en el que la represión se cobró la vida de
un miembro de la comunidad y la de un policía en las rutas de Formosa, el que
viajen a la capital del país, el único lugar en el que parece que las cosas
cobran relevancia, y el que la figura de Félix Díaz se convirtiera en la de un
ejemplo de lucha, las malas noticias no dejaron de hacer eco.
Pablo Sanagachi era miembro de la comunidad qom, tenía 19 años, y murió en un
hospital de Buenos Aires los primeros días de febrero, de un año que recién
comienza. Las causas de la muerte del joven fueron la desnutrición y la
tuberculosis. Una cosa lleva a la otra. Pablo se fue a la ciudad en busca de
oportunidades, como tantos otros. Sin embargo, se llevó consigo las marcas de su
vida. En un comunicado, la comunidad denuncia la situación y pide justicia:
“Estamos muy tristes y preocupados por la situación de nuestros jóvenes.
Necesitan una verdadera oportunidad, una esperanza de vida. Les pedimos a los
funcionarios verdaderas políticas de inserción social y programas que ayuden a
nuestros jóvenes a salir de esta situación. No queremos vivir de pensiones por
discapacidad como ahora. Queremos trabajar nuestras tierras, queremos una vida
digna”.
“La comunidad Potae Napocna Navogoh fue visibilizada tras cortar la Avenida 9 de Julio en Buenos Aires durante casi medio año”
Apenas unas semanas después del triste hecho apareció otra muerte. Esta vez
un niño de tan sólo 12 años, miembro de la comunidad Nam Qom, de la ciudad de
Formosa. La muerte lo encontró en un basural en el que iba a buscar algo para
poder comer. En la lucha por conseguir los “mejores” desechos, el niño subió al
camión volcador mientras retrocedía, se cayó y la rueda lo aplastó, quitándole
la vida en el acto. No es la primera vez que ocurre una muerte de estas
características.
El primer día de febrero, Melba Antolina Bisón, de apenas dos años de vida,
murió por desnutrición. Otro caso de un niño, miembro de una comunidad
originaria, que muere por falta de una buena alimentación, esta vez en
Salta.
En una entrevista con la agencia de noticias de la Central de Trabajadores de
la Argentina (CTA), el qarashe de la comunidad qom, Félix Díaz, explicó que
“esta terrible situación se debe a la extrema pobreza en la que se encuentran
los jóvenes de los pueblos originarios, la falta de oportunidades y la falta de
políticas para terminar con estas injusticias”.
“Los pueblos originarios y los pequeños campesinos son expulsados directa e indirectamente de sus tierras y, en su mayoría, terminan engrosando las villas miseria en las ciudades”
“La falta de oportunidad genera la migración de nuestros jóvenes a las
ciudades buscando alternativas y muchos de ellos no consiguen trabajo y
subsisten mendigando o en los basurales, pero como hay muchísima gente que
depende de ese trabajo, se pelean para acaparar todos los materiales que se
tiran. Muchas veces los chicos encuentran alimento en el basural y a través de
eso sobreviven, es una condición infrahumana pero lastimosamente viven así en la
ciudad. No es lo mismo que vivir en el campo, donde por lo menos se puede
pescar, recolectar frutas o compartir con la familia lo poco que se tiene. Es
otra regla, en la ciudad hay que tener plata, hay que tener trabajo para vivir
mínimamente”, señaló.
El referente de la comunidad qom, conocida como La Primavera, pero que su
traducción al castellano es Garra de Oso Hormiguero, afirmó que existe una
política bien estudiada “para que los indígenas abandonen sus territorios y
emigren a la ciudad y de esta manera poder justificar que son los propios
indígenas los que se van de sus territorios y quitárselos”. El tema de fondo,
siempre, es la tierra. La propiedad de la tierra, que es la fuente de la vida de
los pueblos.
“El discurso del país productor de alimentos también esconde otra realidad: la producción de soja es utilizada, en su mayoría, para forraje y para biocombustibles”
Los jóvenes de los pueblos originarios pasan hambre, se escapan a las
ciudades en busca de otras oportunidades siempre negadas, mueren aplastados en
la basura en la lucha por algo que signifique un alimento. Todo esto se evitaría
con el respeto de sus derechos más básicos: una educación bilingüe, que respete
su cultura, el reconocimiento de sus territorios y un acceso a la salud como
cualquier ciudadano argentino.
En el país de los alimentos
“ Este plan tiene por objeto repotenciar el rol de Argentina en el mundo como
gran productor de alimentos”, disparó la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner en septiembre de 2011 cuando presentó las metas del Plan Estratégico
Agroalimentario, mientras remarcaba el “liderazgo alimentario internacional”.
Los objetivos del plan, entre otros, tienen que ver con aumentar en un 60% la
producción de granos: pasar de las 100 millones de toneladas actuales, la mitad
es soja, a 160 millones para el año 2020. Para alcanzar esta meta productiva se
debe correr aún más la frontera agropecuaria, pasar de la superficie sembrada
con granos actual de 33 millones de hectáreas a 42 millones. Esto implica
avanzar sobre nuevos territorios y, además, utilizar cada vez más tecnología:
semillas transgénicas y agrotóxicos.
“Las organizaciones indígenas y campesinas ya cuentan a decenas los muertos a causa de los desalojos en la lucha por la tierra”
Lo que no se dice en estos anuncios es cómo se avanza sobre estos
territorios, cómo se consolida un modelo basado en el monocultivo. Los pueblos
originarios y los pequeños campesinos son expulsados directa e indirectamente de
sus tierras y, en su mayoría, terminan engrosando las villas miseria en las
ciudades. Los desmontes eliminan cualquier tipo de vida y posibilidad de
supervivencia para los pueblos: sólo en 2012 fueron deforestadas 200 mil
hectáreas en el país.
El discurso del país productor de alimentos también esconde otra realidad: la
producción de soja es utilizada, en su mayoría, para forraje y para
biocombustibles. El mismo año del anuncio del PEA 2020, el por entonces ministro
de Agricultura, Ganadería y Pesca, Julián Domínguez, aseguró: “Argentina está
produciendo alimentos para 450 millones de personas y al terminar la década será
para 650 millones”.
El modelo sigue sumando muertes
La situación de pobreza extrema en la que se encuentran muchos de los pueblos
originarios a lo largo y ancho del país, la exclusión, los desalojos que se
cobran vidas y obligan a los indígenas a emigrar a las ciudades donde no existen
posibilidades más que las de los trabajos más duros, la esclavitud como una
salida, la contaminación por los agrotóxicos y por otras actividades extractivas
como la megaminería, la concentración de la producción, los desmontes, el valor
de la tierra cada vez más alto. Este modelo es el que mata. Los pueblos
originarios no pueden vivir sin ese respeto que piden a gritos, sin su tierra
que es su vida.
Las organizaciones indígenas y campesinas ya cuentan a decenas los muertos a
causa de los desalojos en la lucha por la tierra. Sólo en esta parte del año la
comunidad Potae Napocna Navogoh suma las muertes de Pablo Sanagachi; Daniel
Asijak, de 16 años de edad, que perdió la vida en un dudoso accidente; y en los
primeros días de marzo de Lázaro Cantón, de 41 años, que murió al caer sobre una
vidriera mientras escapaba de los ataques de un grupo relacionado a Cristino
Sanabria. Éste está relacionado al oficialismo y responde a Gildo Insfrán. En el
ataque también salió herido de arma blanca Andrés Sanagachi, de 20 años.
La comunidad que se animó a cortar por meses la Avenida 9 de Julio es un
claro ejemplo de lo que pasa. Quienes se oponen, resisten y gritan contra un
modelo basado en el agronegocio, la megaminería y la extracción de
hidrocarburos, son los blancos de todos los ataques. Son quienes no sólo mueren
de hambre por un sistema que los excluye, que los deja afuera, que no respeta su
cultura, su cosmovisión, su vida, sino que también son reprimidos y asesinados
con total impunidad a plena luz del día, sin que a nadie le importe demasiado.
“En la presentación del Plan Estratégico Agroalimentario en Tecnópolis, la presidenta afirmó que el país ‘ya es hoy un líder global en materia alimentos’. Mientras tanto, bien adentro, donde no todos ven, siguen muriendo niños por no tener un plato caliente todos los días”
Cada vez que se suma una nueva muerte se habla de “accidentes”, de alcohol y
drogas. Todas coartadas para seguir ocultando y justificando el genocidio
invisible hacia los pueblos originarios. Además, existe una compra de voluntades
a través de los distintos organismos estatales que generan divisiones en las
comunidades y terminan de forma trágica llevándose más vidas.
En la presentación del Plan Estratégico Agroalimentario en Tecnópolis, la
presidenta afirmó que el país “ya es hoy un líder global en materia alimentos”.
Mientras tanto, bien adentro, donde no todos ven, siguen muriendo niños por no
tener un plato caliente todos los días. Un país que se jacta de ser productor de
alimentos, con un gran excedente, no puede permitir un niño con hambre. El
incansable luchador, que acompaña a los pueblos originarios desde hace mucho
tiempo, Osvaldo Bayer, dijo una vez: “Mientras haya villas miseria y niños con
hambre, no habrá una verdadera democracia”.
Fabián Chiaramello. SURsuelo - Cooperativa de Comunicación La Brújula
Fabián Chiaramello. SURsuelo - Cooperativa de Comunicación La Brújula
SURsuelo
No hay comentarios:
Publicar un comentario