viernes, 6 de enero de 2012

EL DESEO ASFIXIADO O CÓMO LA INDUSTRIA CULTURAL DESTRUYE AL INDIVIDUO

(....) La propaganda a partir de 1968 pretendía hacer creer que habíamos ingresado en la era del "tiempo libre", de la "permisividad" y de la "flexibilidad" de la sociedad del ocio y del individualismo.(...).




No sólo este último sector (proletariado) sigue siendo muy importante, como lo prueban las cifras, sino que incluso ha crecido, ya que los empleados se han visto en gran medida proletarizados. Por su parte las clases medias se han empobrecido. Afirmar que existen mayores posibilidades para el ocio -en el sentido de tiempo libre de toda obligación, de una "total disponiblidad", como lo define el diccionario- no es evidente en absoluto. Pues la función de ese ocio no es de ninguna manera la de liberar el tiempo individual, sino más bien la de controlarlo para poder hipermasificarlo: es decir, que constituye la herramienta de una nueva servidumbre voluntaria. (....).

El marketing, como bien lo vió Gilles Deleuze, se ha convertido efectivamente en el "instrumento de control social". La sociedad que se dice "postindustrial", se ha vuelto por el contrario, hiperindustrial. Lejos de caracterizarse por el predominio del individualismo, la época muestra una tendencia a los comportamientos gragarios y a la pérdida generalizada de la individualidad. El concepto de "pérdida de la individualidad introducido por Gilbert Simondon expresaba lo que le ocurre en el siglo XIX al obrero sometido al servicio de la máquina-herramienta: ese obrero pierde su oficio y por eso mismo su individualidad, quedando reducido a la condición de proletario. Ahora es el consumidor quien resulta normalizado en su comportamiento, pues sus deseos son inducidos y fabricados artificialmente.(...)

En 1930 Freud escribió que aunque las tecnologías industriales le dieron atributos divinos, y "a pesar de que se parece a un dios, el hombre actual no se siente feliz". Eso es exactamente lo que la sociedad hiperindustrial hace con los seres humanos: al privarlos de individualidad, crea manadas de seres con dificultades para ser, para llegar a ser, es decir, seres sin futuro. Esas manadas inhumanas tendrán cada vez más tendencia a enfurecerse.(.....)

A pesar de que su análisis es insuficiente (Theodor W. Adorno y Max Horkheimer sobre las industrias culturales de EEUU) comprenden que las industrias culturales forman parte de las demás industrias, cuya función consiste en fabricar conductas de consumo a través de la masificación de los modos de vida. Así se trata de garantizar la circulación de los nuevos productos generados sin cesar por la actividad económica, y cuya necesidad no es espontánea en los consumidores. Ello crea un pelígro endémico de sobreproducción y por lo tanto de crisis económica, que sólo es posible combatir desarrollando lo que Adorno y Horkneimer consideran la barbarie misma.

Después de la II Guerra Mundial la teoría de las public relations se prolongó en el llamado "estudio de motivaciones", destinado a absorver el excedente de producción generado por el retorno a la paz, evaluado en un 40%. En 1955 una agencia de publicidad estimó que la grandeza de EEUU obedicía a "la creación de necesidades y deseos, a la creación del disgusto por todo lo viejo y pasado de moda". De manera que la promoción de gustos implica también la de rechazos, lo que acaba por afectar al gusto en sí.(...)

Pero hubo que esperar a la aparición de las industrias culturales (cine y discografía) y sobre todo de los programas de radio y televisión, para que se desarrollasen los objetos temporales industriales. Estos permitirán un control íntimo de los comportamientos individuales, transformados en comportamientos de masa, mietras que el espectador, aislado frente a su aparato- a diferencia de lo que ocurre en el cine- conserva la ilusión de una distracción solitaria.(....)

Un objeto temporal -una melodía, un film o un programa de radio- está constituido por el tiempo de su desarrollo, lo que Husserl llama un flujo. Se trata de un objeto que pasa. Lo constituye el hecho de que , al igual que las conciencias a las que une, desaparece a medida que aparece.(....)

Ahora bien, una "conciencia" es fundamentalmente una conciencia de sí; una singularidad. Yo no puedo decir yo sino porque me doy mi propio tiempo.(....). Y si todos los días, a la misma hora y de manera muy regular, repiten la misma actitud de consumo audiovisual, porque todo las incita a ello, esas conciencias acaban por convertirse en la de una misma persona, es decir, NADIE. La inconsciencia de la manada libera un fondo pulsional que ya no conecta un deseo, dado que el deseo supone una singularidad.(...)

La fábula postindustrial no entiende que el poderío del capitalismo contemporáneo reside en el control simultáneo de la producción y el consumo que regula las actividades de las masas. Esa fábula se basa en la falsa idea de que el individuo es lo que se opone al grupo. Al contrario, Simondon demostró perfectamente que un individuo es un proceso, que está permanentemente convirtiendose en lo que es y que su individualidad psíquica sólo se opera colectivamente.(....)

Los programas son sustituidos por lo que André Leroi_Gourhan llama los programas socio-etnicos: están concebidos para que mi pasado vivido tienda a convertirse en el mismo que el de mis vecinos, y nuestros comportamientos se vuelvan gregarios.

De Le Monde Diplomatique edición española, (Pag:24,25), Junio 2004, Nº 104

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